Entre los problemas que complican la evolución normal de una rinitis infecciosa se encuentran procesos frecuentes como el aumento de tamaño de las amígdalas, enfermedades menos frecuentes como la fibrosis quística, o incluso procesos muy poco habituales, como las inmunodeficiencias.
En la mayoría de los casos el diagnóstico se realiza mediante la historia clínica y un examen físico realizado por el médico. Podría ser necesario solicitar alguna prueba complementaria, que en muchas ocasiones es una muestra de secreciones nasales para cultivo. Una vez confirmado el diagnóstico de sospecha, el pediatra podría recomendar tratamiento con antibiótico en los casos en los que sea necesario.
Estos síntomas de por sí no tienen por qué ser graves, pero en determinados momentos pueden incrementarse e impedir al niño desarrollar su vida normal. Existen situaciones en las que los niños tienen síntomas todo el año, pero en determinados momentos estos se incrementan mediante exacerbaciones. A veces pueden llegar a perder incluso el olfato y el gusto debido a la inflamación de la mucosa. Uno de los problemas es que si la inflamación es moderada o severa puede ser más significativa por la noche, llegando el niño a roncar y tener entonces un sueño menos reparador.
Cuando se sospecha este cuadro, se suelen hacer pruebas de detección en la piel, son las denominadas pruebas cutáneas o Crick test. En algunos casos lo que se hace es una prueba de sangre, que es algo menos específica y en la que se intenta constatar la presencia de IgE específica frente al alérgeno que se sospecha que pueda estar produciendo el cuadro de alergia.
lo ideal sería evitar el contacto del niño con la sustancia que le desencadena los síntomas, pero esto es complicado y tampoco asegura resultados positivos.
En los casos en los que el alérgeno es el polvo, es importante mantener bien limpia la casa. Si es el pelo de algún animal, es posible que el niño no pueda convivir con él. En caso de ser alergia a los ácaros, hay que ser muy cuidadoso con el lavado de su ropa, pijamas y sábanas, de forma periódica y con agua caliente. En el caso de que los alérgenos incluyan el polen, el niño debe evitar la exposición ambiental en los períodos de mayor intensidad. Puede ser recomendable en algunos casos que se utilice incluso mascarillas cuando salga a la calle y que cuando está en casa permanezca con las ventanas cerradas.
Un grupo de fármacos bastante utilizados en el control de los síntomas de este cuadro son los antihistamínicos. Es importante que sea el pediatra el que indique el fármaco y la dosis a utilizar. Cuando los síntomas son difíciles de controlar se pueden utilizar corticoides como la budesonida nasal. Por último, la inmunoterapia específica con alérgeno parece que es el único tratamiento que cambia el curso de la enfermedad, según la Organización Mundial de la Salud.
Una complicación relativamente frecuente de la rinitis alérgica es la sinusitis crónica, ya que su base es un proceso inflamatorio en el que se produce aumento de tamaño de la mucosa que cubre los senos nasales. En otras ocasiones, lo que se evidencia es la presencia de asma en los niños con rinitis alérgica. Un buen tratamiento de la rinitis podría ayudar al control del asma. Otros procesos que se pueden asociar a la rinitis son la tos persistente, las otitis medias o el aumentos de tamaño de las amígdalas.
Hasta una cuarta parte de los casos puede desaparecer de forma espontánea con el tiempo. En la mayoría de los casos, el uso de antihistamínicos o corticoides suele controlar los síntomas permitiendo al niño llevar una vida normal. En los que no responden a esos tratamientos es necesario recurrir a la inmunoterapia específica.