Como padres, nada nos preocupa más que el bienestar de nuestros niños. Ver a uno de nuestros niños experimentar una convulsión febril es sin duda una experiencia alarmante. Comúnmente escucho de los padres que éstos han sido los minutos más largos de su vida.
Las convulsiones febriles son una de las causas más comunes de visitas a la sala de emergencia por razones neurológicas. Este tipo de convulsión es causada por fiebre y se caracteriza por movimientos involuntarios en ambos lados del cuerpo, alteración en la respiración y falta de respuesta del niño. Usualmente, las convulsiones febriles ocurren sin ninguna señal de alerta y pueden durar solo pocos minutos; comúnmente menos de 15 minutos. Luego del ataque los niños experimentan mucho sueño, confusión y se pueden tardar en volver a la normalidad. Hasta el momento se desconoce el origen de la condición, pero una de las teorías es que, durante cierto periodo del desarrollo del niño, el cerebro es sensitivo al cambio en temperatura.
La Academia Americana de Pediatría define la fiebre en niños como el alza en la temperatura rectal mayor o igual a 100.4°F (38°C). Las convulsiones febriles ocurren en 3 a 4 de cada 100 niños entre las edades de seis meses y cinco años. Dentro de este rango de edad ocurren con más frecuencia en niños entre los 12 y 18 meses de edad.
Las convulsiones febriles suelen clasificarse como simples o complejas.
Las convulsiones febriles simples están caracterizadas por ser un solo evento en 24 horas, una convulsión generalizada (movimientos de todo el cuerpo) y que dure menos de 15 minutos. Las convulsiones febriles suelen darse en algunas familias. El riesgo de sufrir convulsiones con otros episodios de fiebre depende de la edad de su niño. Los niños menores de 1 año que sufren su primera convulsión febril a esta edad tienen un 50% de probabilidad de sufrir otra convulsión febril. Los niños que sufren su primera convulsión febril cuando son mayores de 1 año tienen sólo un 30% de probabilidad de sufrir una segunda convulsión febril.
Aunque las convulsiones febriles simples pueden causar mucho temor a los padres, no le hacen daño al niño. No existe evidencia científica que las convulsiones febriles simples causen daño cerebral o algún tipo de secuela en el desarrollo. Por otro lado, el riesgo de estos niños de desarrollar epilepsia en un futuro es un poco más alto que en la población en general, en particular si el niño(a) tiene algunos factores de riesgo tales como historial familiar de epilepsia y/o convulsiones febriles; alguna condición neurológica preexistente o retraso en su desarrollo. Por lo general, los médicos no recomiendan medicamentos preventivos para el tratamiento de una convulsión febril simple. Sin embargo, esto debe ser discutido con el médico de su niño.
Por otro lado, las convulsiones febriles complejas están caracterizadas por tener una o más de las siguientes características: ocurre más de una crisis en 24 horas, es una convulsión focal o que dure más de 15 minutos. Decimos que una convulsión es focal cuando los pacientes tienen un síntoma que incluye movimientos de un solo lugar del cuerpo, por ejemplo, mano, cara o pie. Estos movimientos luego pueden progresar a movimientos de todo el cuerpo.
Evaluación de una convulsión febril.
La evaluación inicial de pacientes con convulsiones febriles se individualiza según los factores de riesgo y los hallazgos en la evaluación clínica. Cuando ocurren convulsiones febriles simples en la mayoría de los casos no se necesita ningún tipo de evaluación neurológica. Cuando nos enfrentamos a convulsiones febriles complejas, un neurólogo pediátrico o especialista en epilepsia pediátrica realizan ciertas pruebas de cernimiento para evaluar el riesgo de recurrencia y/o desarrollo de epilepsia. Típicamente, esta evaluación incluye un historial médico, evaluación y examen neurológico, resonancia magnética del cerebro, un electroencefalograma y, en algunos casos, estudios genéticos. Dependiendo de estos resultados, el médico especialista decidirá el próximo paso a seguir en cuanto a tratamiento. La Academia Americana de Pediatría en sus guías publicadas para el 2008 no recomienda el comenzar en tratamiento anticonvulsivos a aquellos pacientes con convulsiones febriles simples. Hasta el momento, no existen guías para el manejo de convulsiones febriles complejas.